Los síntomas de depresión son tan variados como particulares en cada persona. Sin embargo, todos confluyen en una misma y oscura realidad: un pesimismo crónico y la incapacidad de moverse con la vida. Estamos ante una enfermedad tan compleja como invalidante, esa que no hace distinción de edad, de sexo o posición social, rodeada aún de ciertos estigmas.
Dicen que ponerle palabras al dolor es el primer paso para la curación. Decir dónde te duele es visibilizar una lesión, es poder diagnosticar un trauma, una disfunción interna que se evidencia con una sintomatología particular. Ahora bien, cuando hablamos de depresión, algo que resulta tremendamente complejo para un paciente es explicar de forma concreta dónde le duele.
“La depresión te roba la esperanza y sin esperanza no se puede vivir”. -Luis Rojas Marcos-
¿La razón? Tanto si estamos ante una distimia, un trastorno estacional, una depresión mayor o incluso un trastorno bipolar, lo que duele es “todo”. Pesa el cuerpo, pesan los pensamientos y pesa la vida. Todo escuece y todo agota. La persona, atenazada por todo un caleidoscopio de malestares, se siente a menudo incapacitada para explicar con claridad qué le ocurre.
Quizá por ello se suele fallar tanto a la hora de dar diagnósticos. A menudo, los médicos de atención primaria se limitan a tratar determinadas afecciones sin intuir que tras ese síntoma en concreto, hay una depresión. Aún más, también es común que muchas personas (en especial hombres) sean reacios a pedir ayuda. Se parapetan en esa apatía diciéndose que es simple estrés, una mala época y nada más. Una detección temprana de la depresión facilita el enfoque terapéutico. Es por tanto esencial que aprendamos a reconocer los síntomas de depresión, tanto en nosotros mismos como en nuestras personas más cercanas.
La depresión se presenta de muchas formas. Hay muchos tipos de trastornos depresivos y a su vez, pueden estar asociados a otras realidades psicológicas que son necesarias diagnosticar. Asimismo, cada persona vive esta enfermedad de un modo, lo cual implica a su vez la necesidad de personalizar cada tratamiento, cada enfoque terapéutico. Estamos a su vez ante una condición que alcanza casi cualquier aspecto de nuestro organismo: sistema inmunitario, sistema digestivo, descanso, metabolismo, procesos cognitivos… A su vez, los psiquiatras nos recuerdan una vez más que esta enfermedad, esta situación personal, esta condición no es síntoma de debilidad. No es algo que uno elija o provoque, no es una fractura repentina en un hueso que uno pueda curarse con algo de reposo y rehabilitación.
Es una realidad muy compleja y delicada que se evidencia con la siguiente sintomatología.
Entre los síntomas de depresión más comunes están esos que se asocian con el comportamiento de una persona. Veámoslos con detalle.
Síntomas comportamentales:
Las actividades que antes nos eran agradables y nos ofrecían motivación, ahora ya no nos son interesantes.
Dificultad para llevar a cabo las responsabilidades laborales.
Las tareas que antes realizábamos en poco tiempo ahora nos cuestan más. Incluso el mero hecho de pensar en ellas nos agota.
Desinterés por socializar.
Hipoactividad o hiperactividad. Este dato es importante: a menudo asociamos depresión con falta de energía y baja actividad. Ahora bien, también puede darse la realidad opuesta. Hay personas que no pueden detenerse, necesitan estar siempre ocupadas para “no pensar”.
Síntomas emocionales:
Malhumor.
Sensación constante de frustración.
Falta de confianza.
Pensamientos catastróficos y falta de esperanza en el futuro.
Rumiación constante (un pensamiento que no se detiene, que analiza las cosas en exceso, que se vuelve obsesivo).
Sentimientos de decepción.
Sensación de que nadie nos entiende.
Tristeza permanente.
Irritación, enfados constantes.
Síntomas cognitivos
Problemas de concentración.
Pérdidas de memoria.
Niebla mental (sensación de desconexión con la realidad).
Pensamiento errático.
Síntomas físicos
Los síntomas de depresión se evidencian sobre todo a nivel físico. Esa sintomatología es la que hace que el paciente acuda a su médico de atención primaria con el fin de hallar alivio para esos trastornos puntuales. Es entonces cuando el profesional debe ser capaz de ver más allá para intuir que tras esos síntomas puede existir un problema de depresión.
Cefaleas.
Dolores musculares y calambres.
Problemas intestinales.
Aumento o bajada de peso.
Pérdida del cabello.
Problemas para dormir.
Agotamiento.
Problemas dermatológicos.
Sistema inmunitario debilitado.
Pensamientos suicidas
Uno de los síntomas de depresión más relevantes y que es necesario destacar, son sin duda los pensamientos suicidas. Son ideas al principio esporádicas, pero que en algunos casos, pueden tornarse permanentes hasta transformarse en una primera tentativa. Es por tanto esencial que estemos atentos a este tipo de verbalizaciones internas.
“Si desapareciera ahora no pasaría nada”
“Ojalá me acostara a dormir y ya no me levantara”
“Todos estarían mejor sin mí”
“Nadie notaría si ahora desapareciera”.
Síntomas de depresión en niños, adolescentes y ancianos
Es importante destacar una vez más que la sintomatología de esta enfermedad suele ser particular entre una persona y otra. A su vez, los rangos de edad establecen también ciertas características que es necesario detallar.
Depresión en niños:
Pérdida de interés en el juego.
Pesadillas y dificultades para dormir.
Falta de apetito.
Rechaza ir al colegio.
Actividad psicomotriz agitada o inhibida.
Dibujos con contenidos agresivos o negativos.
Conductas autolesivas.
Depresión en adolescentes
Irritabilidad.
Cambios de humor.
Baja autoestima.
Necesidad por estar solos.
Conductas autolesivas.
Cansancio.
Enfermedades constantes: gripes, resfriados, mareos, vómitos..
Bajo rendimiento escolar.
Negativa a socializar y aislamiento.
Depresión en ancianos
Mal humor.
Pérdida del apetito.
Inactividad y cansancio.
Problemas digestivos.
Somnolencia.
Pérdidas de memoria.
Para concluir, tal y como hemos podido ver los síntomas de depresión aunque variados, comparten muchos ejes en común. Es una espiral agotadora caracterizada por el pesimismo y la falta de energía. Ahora bien, hay un hecho que no podemos dejar de lado. Si nos centramos en lo que la depresión nos hace y lo que la depresión nos quita, intensificaremos aún más la sensación de falta absoluta de control. Hay que cambiar el enfoque e ir más allá. Aunque sintamos que esta enfermedad es casi como ir avanzando con palos de ciego, cabe decir que puede tratarse y que poco a poco, un puede tener pleno dominio sobre ella para debilitarla y dejarla atrás. Solo hay que dar un paso, el más valiente de todos: pedir ayuda y comprometerse con uno mismo.
Fuente: Psic. Valeria Savater Fotos: Internet / Archivo
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