La infancia tiene su propio ritmo, su propia manera de sentir, de ver y de pensar.
La infancia tiene su propio ritmo, su propia manera de sentir, de ver y de pensar. Pocas pretensiones pueden ser tan erróneas como intentar sustituirlas por nuestra forma de sentir, ver o pensar, porque los hijos, jamás serán copias de sus padres. Los niños son hijos del mundo y están hechos de sueños, de esperanzas y de ilusiones que construir en sus mentes libres y privilegiadas. Hace solo unos meses salía a los medios una noticia que nos desconcierta y nos invita a la reflexión. En Reino Unido muchas familias preparan a sus niños de 5 años para que a los 6, puedan hacer una prueba de acceso que les permita entrar a los mejores colegios de élite. Un supuesto “futuro prometedor” va ahora de la mano de la pérdida de la infancia. En convertir en “opositores” a niños que deberían estar jugando en los parques.
¿De qué nos sirve un niño que sabe decirnos cómo se llaman las lunas de Saturno si no sabe cómo manejar su tristeza o su rabia? Eduquemos niños sabios en emociones, niños llenos de sueños y no de miedos.
En la actualidad, muchas madres y padres siguen con la idea de “acelerar” las competencias de sus hijos, de estimularnos cognitivamente, de ponerles a Mozart mientras aún duermen en el vientre materno. Ahora bien, puede que esa necesidad por criar niños aptos para el mundo esté educando a niños aptos para sí mismos. Criaturas que con solo 5 o 6 años ya sufren el estrés de un adulto.
Nuestros hijos y las competitividad del entorno
Todos tenemos claro que en estas sociedades cambiantes y competitivas se necesitan ante todo personas capaces de adaptarse a dichas exigencias. Tampoco dudamos que los niños británicos que logren entrar a los mejores colegios de élite tengan el día de mañana un buen empleo. No obstante, también es necesario preguntarnos… ¿Habrá valido la pena todo ese coste emocional? ¿El perder su infancia? ¿El seguir las pautas que sus padres tenían programadas para ellos desde que tenían 5 años? Cabe decir que a día de hoy no existen estudios concluyentes que respalden la idea de que “acelerar” ciertas competencias, como es el caso de la lectura, en niños de 4 años sea tan positivo ni que repercuta a largo plazo en su desempeño académico. Lo que se consigue en muchos casos es que los pequeños empiezan a conocer dimensiones como la frustración, el estrés y ante todo, tener que ajustarse a las expectativas paternales. Los niños están hechos de sueños y hay que tratarlos con cuidado. Si nos empeñamos en llenar su tiempo de objetivos que cumplir y competencias que asumir, cada día estaremos rompiendo un pedacito de sus alas. Esas con las que tal vez, alcanzaría el día de mañana sus propios sueños. Si les damos obligaciones de adulto cuando aún son solo niños, arrancaremos también las alas de sus cometas, para aferrarlos al suelo, haciéndoles perder su infancia.
Nuestros hijos y las competitividad del entorno
Todos tenemos claro que en estas sociedades cambiantes y competitivas se necesitan ante todo personas capaces de adaptarse a dichas exigencias. Tampoco dudamos que los niños británicos que logren entrar a los mejores colegios de élite tengan el día de mañana un buen empleo. No obstante, también es necesario preguntarnos… ¿Habrá valido la pena todo ese coste emocional? ¿El perder su infancia? ¿El seguir las pautas que sus padres tenían programadas para ellos desde que tenían 5 años? Cabe decir que a día de hoy no existen estudios concluyentes que respalden la idea de que “acelerar” ciertas competencias, como es el caso de la lectura, en niños de 4 años sea tan positivo ni que repercuta a largo plazo en su desempeño académico. Lo que se consigue en muchos casos es que los pequeños empiezan a conocer dimensiones como la frustración, el estrés y ante todo, tener que ajustarse a las expectativas paternales. Los niños están hechos de sueños y hay que tratarlos con cuidado. Si nos empeñamos en llenar su tiempo de objetivos que cumplir y competencias que asumir, cada día estaremos rompiendo un pedacito de sus alas. Esas con las que tal vez, alcanzaría el día de mañana sus propios sueños. Si les damos obligaciones de adulto cuando aún son solo niños, arrancaremos también las alas de sus cometas, para aferrarlos al suelo, haciéndoles perder su infancia.
La crianza que respeta los tiempos, los afectos y los sueños del niño
Frente a la aceleración de aprendizajes y competencias se hallan esos otros enfoques que a día de hoy, empiezan a abrirse paso con bastante fuerza, como son, por ejemplo, “la crianza respetuosa”, o el “Slow parenting”. Cabe decir, eso sí, que antes de optar por la aceleración, siempre sería más adecuado facilitar primeras aproximaciones. Unas aproximaciones relacionadas, por ejemplo, con acercar los libros a los niños de 3 o 5 años sin obligarles a leer o a iniciar el aprendizaje.
Nuestra obligación más importante con los niños es darles un “rayo de luz” para después, seguir nuestro camino. -María Montessori-
La curiosidad es la mayor motivación de un cerebro infantil, por ello, es adecuado que tanto padres, madres y educadores se alcen como facilitadores del aprendizaje y no como agentes de presión. Veamos ahora con detalle esos interesantes enfoques de crianza respetuosos con los ciclos naturales del niño y con sus necesidades.
Slow parenting
El “Slow Parenting” o la crianza a fuego lento es el fiel reflejo de esa corriente social y filosófica que nos invita a ir más despacio, a ser más conscientes de lo que nos envuelve. Por ello, en lo que se refiera a la crianza, se promueve un modelo más simplificado y paciente, con el que respetar los ritmos del niño en cada etapa evolutiva.
Los ejes básicos que definen el slow parenting serían los siguientes:
La necesidad básica de un niño es jugar y descubrir el mundo.
No somos los “amigos” de nuestros hijos, somos sus madres y sus padres. Nuestro deber es amarlos, guiarlos, ser su ejemplo y facilitar su madurez sin presiones.
Recuerda siempre que “menos es más”. Que la creatividad es el arma de los niños, que un lápiz, un papel y un campo tienen más poder que un teléfono o un ordenador.
Comparte tiempo con tus hijos en espacios tranquilos.
La crianza respetuosa
Estamos seguros de que ya has oído hablar de la crianza respetuosa. A pesar de que lo más conocido de este enfoque sea el uso del refuerzo positivo por encima de la sanción o las clásicas regañinas, este estilo educativo encierra otras muchas dimensiones que merece la pena tener en cuenta.
Hay que educar sin gritar.
El uso de las recompensas no siempre es adecuado: corremos el riesgo de que nuestros hijos se acostumbren a esperar siempre gratificaciones sin comprender el beneficio intrínseco del esfuerzo, del logro personal.
Decir que “no” y ponerles límites no les va a generar ningún trauma, es necesario.
La crianza respetuosa hace uso intenso de la comunicación, de la escucha y la paciencia. Un niño que se siente atendido y valorado es alguien que se siente libre para conservar esos sueños de infancia y darles forma en la madurez.
Respetemos su infancia, respetemos esa etapa que ofrece raíces a sus esperanzas y alas a sus expectativas.
Fuente: Psic. Valeria Sabater Fotos: Internet
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