“Soledades de Babel”, un poema de Benedetti que nos acerca a la comprensión emocional de la soledad
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“Soledades de Babel”, un poema de Benedetti que nos acerca a la comprensión emocional de la soledad

Todos nos hemos sentido solos en algún momento de nuestra vida y, por ello, hay tantas definiciones de soledad como personas que la experimentan.

Todos nos hemos sentido solos en algún momento de nuestra vida y, por ello, hay tantas definiciones de soledad como personas que la experimentan. Sin embargo, aunque “la soledad se sabe sola en el mundo de los solos y se pregunta a veces por otras soledades”, tal y como escribió una vez el maravilloso Benedetti, no deja de ser un estado emocional envuelto en cierto desconcierto e incomprensión social. Está la soledad elegida, esa que resulta placentera y que resulta en el encuentro con uno mismo. Soledad que se entiende como la reserva de una parcela de nuestra alma, una intimidad que todos necesitamos conservar. También, a grandes rasgos, está la soledad que nos elige y que, muchas veces, causa malestar. Sea como sea, sentir soledad no es malo en sí mismo pero, como es obvio, tenemos la necesidad de reconceptualizar y elaborar este estado emocional tanto necesitamos y que tan poco comprendemos. Muchas veces encontramos en la literatura una fascinante estrategia de normalización y validación de nuestros estados emocionales y sentimentales, algo que nos ofrece un aprendizaje emocional que nos ayuda a mirar hacia adentro y revalorar qué necesitamos expresarnos a nosotros mismos. Por eso, haciendo gala de este hecho, os acercamos un maravilloso poema de Mario Benedetti que con acertadas palabras nos ayuda a reflexionar sobre los procesos psicológicos que subyacen a la soledad.

Mario Benedetti: “Soledades de papel”

“La soledad es nuestra propiedad más privada viejo rito de fuegos malabares en ella nos movemos e inventamos paredes con espejos de los que siempre huimos.

La soledad es tiempo, veloz o detenido, reflexiones de noria, espirales de humo, con amores in vitro, desamores in pectore y repaso metódico de la buena lujuria.

La soledad es noche con los ojos abiertos esbozo de futuro que escondió la memoria desazones de héroe encerrado en su pánico y un sentido de culpa, jubilado de olvido.

Es la tibia conciencia de cómo deberían haber sido los cruces de la vida y la muerte y también el rescate de los breves chispazos nacidos del encuentro de la muerte y la vida.

La soledad se sabe sola en mundo de solos

Todavía hace un tiempo, en rigor no hace tanto, las soledades, solas, cada una en su hueco hablaban una sola deshilachada lengua que en los momentos claves les servía de puente.

O también una mano, una señal, un beso, acercaban al solo la soledad contigua y una red solidaria de solos conectaba las geografías y las esperanzas.

En el amor y el tango los solos se abrazaban y, como era de todos el idioma del mundo, podían compartir la tristeza y el goce y hasta se convencían de que no estaban solos.

Pero algo ha cambiado, cada solo estrenó su nueva cueva nuevo juego de llaves y candados y de paso el dialecto de uno solo.

Ahora cuando bailan los solos y las solas ya no se enlazan, guardan su distancia en el amor se abrazan pero piensan en otro abrazo, el de sus soledades.

Las soledades de babel ignoran qué soledades rozan su costado, nunca sabrán de quién es el proyecto de la torre de espanto que construyen.

Así, diseminados pero juntos, cercanos pero ajenos, solos codo con codo cada uno en su burbuja, insolidarios envejecen mezquinos como islotes.

Y aunque siga la torre cielo arriba en busca de ese pobre dios de siempre ellos se desmoronan sin saberlo, soledades abajo, sueño abajo.”

De qué sirve la soledad

La soledad siempre es útil para recomponernos, para introducirnos dentro de nosotros mismos y repartir la reflexión a cada parte de nuestra vida que tenemos descuidada. Lo esencial de este estado emocional nos enseña a compartir nuestra manera de ser con nosotros, reservarnos un terreno y abonarlo para trabajar profundamente aquello que nos sostiene: el amor por uno mismo.

Fuente: Psic. Raquel Aldana Fotos: Internet

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